ERAN OTROS TIEMPOS
Aunque parezca mentira, estas cosas ocurrían no ha muchos años, especialmente en el medio rural, pues viajar en tren para mucha gente era una utopía muy distante para las clases bajas, lo que venía a reducir el ámbito de conocimientos y experiencia de mucha gente. Por dicha razón, cuando un hombre de pueblo llegaba a la ciudad, inclusive a la capital de su misma provincia, iba dejando una estela de equívocos y desatinos que llamaban la atención; de ahí que el sainete y la comedia sacaran durante muchos años un sustancioso provecho del llamado cateto, lo que cual no significaba que el susodicho cateto fuera imbécil, pues en otros aspectos de la vida podía dejar asombrados y dar lecciones a muchos listillos de la capital.
En esta ocasión, resulta que el día que se fue a hacer el servicio militar un mozo, pues no había salido nunca de su cortijo, representó para él y para toda su familia poco menos que un duelo. Todos lloraban a lágrima viva la ausencia de su hijo y hermano, temiendo por lo que le pudiera pasar en un mundo desconocido para ellos. No obstante la madre, tragándose las lágrimas, en el último abrazo de despedida le pidió a su hijo que tan pronto como pudiera se hiciera un retrato y se lo mandara para ver cómo le quedaba el traje de militar. El hijo se lo prometió cruzando los dedos en señal de juramento.
Efectivamente, tan pronto como tuvo permiso para salir del cuartel, andando el mozo por una de las plazas de la ciudad, vio un rótulo en una puerta que decía: "Retrete". Enseguida se acordó de lo que le había prometido a su madre, y pensando que había llegado el momento de complacerla, entró y le preguntó a la encargada:
-Oiga, buena mujer, ¿dónde me puedo hacer un retrato?
Sospechando la buena mujer que quería hacer sus necesidades fisiológicas, pero dicho en términos metafóricos, o tal vez con pitorreo, le contestó:
-¡Ahí dentro, pero no te olvides de tirar de la cadena!
El mozo entró, se colocó el gorro en la posición más correcta y se acicaló sus pobladas cejas para favorecer su imagen. Y después de quedarse quieto durante un minuto frente al retrete, tiró de la cadena, pero viendo que los retratos no salían por ninguna parte, dirigiéndose nuevamente a la encargada, la interpeló diciendo:
¡Señora, lo he intentado varias veces pero no sale nada!
-Pues lo siento, joven, pero yo no tengo ningún sedante para el estreñimiento. Así que te tomas un purgante y ya verás como sale.
En esta ocasión, resulta que el día que se fue a hacer el servicio militar un mozo, pues no había salido nunca de su cortijo, representó para él y para toda su familia poco menos que un duelo. Todos lloraban a lágrima viva la ausencia de su hijo y hermano, temiendo por lo que le pudiera pasar en un mundo desconocido para ellos. No obstante la madre, tragándose las lágrimas, en el último abrazo de despedida le pidió a su hijo que tan pronto como pudiera se hiciera un retrato y se lo mandara para ver cómo le quedaba el traje de militar. El hijo se lo prometió cruzando los dedos en señal de juramento.
Efectivamente, tan pronto como tuvo permiso para salir del cuartel, andando el mozo por una de las plazas de la ciudad, vio un rótulo en una puerta que decía: "Retrete". Enseguida se acordó de lo que le había prometido a su madre, y pensando que había llegado el momento de complacerla, entró y le preguntó a la encargada:
-Oiga, buena mujer, ¿dónde me puedo hacer un retrato?
Sospechando la buena mujer que quería hacer sus necesidades fisiológicas, pero dicho en términos metafóricos, o tal vez con pitorreo, le contestó:
-¡Ahí dentro, pero no te olvides de tirar de la cadena!
El mozo entró, se colocó el gorro en la posición más correcta y se acicaló sus pobladas cejas para favorecer su imagen. Y después de quedarse quieto durante un minuto frente al retrete, tiró de la cadena, pero viendo que los retratos no salían por ninguna parte, dirigiéndose nuevamente a la encargada, la interpeló diciendo:
¡Señora, lo he intentado varias veces pero no sale nada!
-Pues lo siento, joven, pero yo no tengo ningún sedante para el estreñimiento. Así que te tomas un purgante y ya verás como sale.
10 comentarios
Goreño -
NOFRET -
(Aquí siempre ha sido a la inversa, los de la ciudad somos despreciados por los de los pueblos)
Siempre he tenido un gusto especial por las anécdotas de pueblos, me recuerdan los cuentos de mi abuela y ese mundo que no llegué a conocer, así que sólo pude imaginarlo, y tus textos siempre me ayudan a avivar la imaginación.
Besos
Goreño -
Bernal -
Es un gusto leerte.
Un saludo
Goreño -
MalSapo -
Goreño -
Cerro -
Un abrazo.
Pablo -
Muy divertida la anécdota, Goreño.
white -
Saluditos paisano.